jueves, 3 de marzo de 2011

Libros que me gustan


¿Sabrá volar el mar? (antología)
José Corredor-Matheos
Ilustraciones de Noemí Villamuza
Edición: El Jinete Azul, 2010


Sin siquiera leerlo, este libro ya merece nuestra atención. ¿El motivo?: es un libro ilustrado. Esto, que puede parecer superfluo, es una cualidad admirable. Si un libro cualquiera triplica su valor con las ilustraciones (gracias a ellas tenemos tres libros en uno, como el lubricante oportuno: el del texto, el de las ilustraciones y el resultante de la combinación de texto e ilustraciones), un libro de poesía se me antoja más valioso, y si el libro de poesía es editado por una editorial de literatura infantil y juvenil, se me antoja mucho más valioso todavía; pero es que si, además, el libro es de un autor que no entra en el catálogo de autores infantiles-juveniles (al menos que yo sepa), se me antoja muchísimo más valioso aún. ¿Soy exagerado? Es posible, pero todavía no he terminado: si por añadidura el libro contiene poemas, así sin más, es decir sin el adjetivo infantil o juvenil, pero está dirigido también a ese tipo de lectores, ya que la editorial va dirigida también a ese tipo de lectores, el valor aumenta, y si un adulto los lee y los disfruta, el valor crece, y si, por último, las ilustraciones son obra de una tal Noemí Villamuza… Caramba, vuelvo al principio. Será mejor que cambie de tercio.
Los poemas de ¿Sabrá volar el mar? son breves, unos; sencillos, otros; juguetones, aquellos; prosaicos, esos; literarios, estos…; los hay sin rima y con ella, en forma de haiku y en versículos por no decir a renglón seguido, están escritos en primera y en segunda y en tercera persona… Los poemas de ¿Sabrá volar el mar? son, en definitiva, pequeñas ideas que se acomodan en nosotros y crecen, como las ondas en el lago tras la piedra rodariniana, estableciendo relaciones con otras ideas, con sensaciones gratas, con recuerdos sonrientes.
Y las ilustraciones… Noemí Villamuza demuestra, otra vez, una especial habilidad para “mostrarnos” el texto. La imagen que a ella le evoca el poema tiene la cualidad de tocar en el lector determinados puntitos sensibles. En lápiz y rojo, como ya hizo por ejemplo en el ABCdario de Antonio Ventura, compone otro poema, otra pequeña idea que se acomoda y susurra y se expande… Y ya estamos de nuevo como al principio, así que, como no hay modo de salir de éste bucle, aquí lo dejo.
Y que nadie piense que este tono desaforado es postizo, en absoluto. Lo único que he hecho ha sido seguir las instrucciones de José Corredor-Matheos, el autor, en el haiku de la página 46:

Que escriba sola.
Deja volar la pluma
en el paisaje.

Sólo tiene un fallo, este libro: ¡¡¡es demasiado breve!!!

(Podéis echar un vistazo a la ficha de la editorial y a las primeras páginas del libro pinchando aquí).




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