domingo, 28 de octubre de 2012

Cuento


La culpa fue de aquel maldito libro. En qué hora lo abrí. Hasta entonces mi vida había sido plácida, sencilla y cómoda. Yo tenía la sensación de controlarla, de que ese control me garantizaba una seguridad eficaz frente a los peligros del mundo, y todo eso me llevaba a una conclusión: era feliz.
Pero tuve que encontrarme con aquel maldito libro. Tuve que tomarlo del suelo, del rincón aquel donde parecía esconderse a la vez que se dejaba ver y gritaba en silencio "tómame, mira todo lo que tengo que decirte".
Caí en la trampa. Leí el libro y mi mundo se hizo inabarcable y ajeno, poblado de peligros y preguntas.
Desde entonces, busco algo de la seguridad perdida, alguna respuesta reconfortante, en otros libros, pero sé que nunca alcanzaré ni aquel estado ni aquella sensación que llenaban mi vida hace tanto.
Ahora sé y asumo que nunca más seré feliz, pero no sufro por ello. El destino del viaje es el viaje mismo.


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