sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuento


El escultor, admirado por la perfección de su última obra, no pudo evitar, o no lo quiso, dirigirse a ella y ordenarle, medio en broma, medio en serio, “anda”. La escultura se movió y cayó al suelo. Se hizo añicos.
“Mierda de deseos”, pensó el artista.


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