martes, 19 de mayo de 2015

No reseñas: Altazor


Vicente Huidobro: Altazor. Temblor de cielo. Cátedra, 1983. Edición de René de Costa.


Aunque la edición citada contiene también el extenso poema en prosa Temblor de cielo, es Altazor el que me interesa señalar, porque es Altazor el que ha marcado un aspecto importante, quizá fundamental, de mi vida literaria, lectora y escritora.

En mi relación con la poesía, hay libros que han funcionado como pilares sobre los que apoyarme, reposar y tomar nuevo impulso hasta el pilar siguiente. Este libro, y principalmente el poemario Altazor, es uno de esos pilares. Tiene mucho que ver con mi educación clásica de licenciado en Filología Hispánica, pero también con mi experiencia como profesor (de personas adultas y de talleres literarios) y como escritor.
Llegar desde Garcilaso (otro pilar) hasta las vanguardias de principios del siglo XX es un gran viaje, y encontrar en las vanguardias a Vicente Huidobro es un gran acierto. La poesía que recupera temas y fundamentos clásicos para darles una nueva dimensión no es tan diferente a la que pretende romper con la tradición e incorporar nuevas ideas, impensables quizá. El clasicismo de Garcilaso no es tan diferente al creacionismo de Huidobro en cuanto que ambos rompen para construir y hacer avanzar. Uno, en el siglo XVI, acudiendo a Italia y a los clásicos; otro, echando un vistazo a los vertiginosos cambios que se están produciendo en el mundo a principios del siglo XX y materializándolos en una nueva estética poética.
Huidobro propone eliminar de la poesía toda explicación, todo recurso tradicional, toda referencia al exterior, para centrarse en la poesía misma como tema y materia.
Altazor es un largo poema organizado en cantos; es un viaje, un viaje que va del orden al desorden de manera progresiva, pero discontinua, con una gran etapa reina que es el Canto IV. Es un viaje que empieza con la idea de caída y búsqueda del sentido de la vida ("Abrí los ojos en el siglo / En que moría el cristianismo"), sigue con un canto a la mujer ("Mujer el mundo está amueblado por tus ojos"), continúa la palpable descomposición de la poesía, el lenguaje y las palabras ("Basta señora arpa de las bellas imágenes / De los furtivos comos iluminados / Otra cosa otra cosa buscamos"), la urgencia del cambio, la renovación y el avance por terrenos inexplorados ("Al horitaña de la montazonte / La violondrina y el goloncelo / Descolgada está mañana de la lunala / Se acerca a todo galope"), hasta la deconstrucción (Ai aia aia / ia ia ia aia ui / Tralalí / Lali lalá").
Es un viaje que termina abruptamente, porque es un poema abierto, no puede ser de otro modo, cuyo final está por descubrir o es irremediablemente inalcanzable.
Y es un gran juego, y quizá ése sea su mayor interés para mí. Un enorme juego, serio y profundo, que utiliza imágenes poderosas, originales recursos morfológicos, sintácticos y semánticos, que lo convierten en un material precioso para generar ideas y reflexionar sobre la escritura en general y la poesía en particular. Es un libro que de no haber leído en su momento habría dejado un hueco irrellenable en mi equipaje lector y escritor. 

La edición de Cátedra incluye un apéndice donde, entre otras cosas, reproduce el extracto de una conferencia de Huidobro sobre la poesía, de 1921. En ella, el poeta expresa algunas de las cuestiones que emplea consecuentemente en su obra. Con un fragmento de esa conferencia termino esta recomendación:

El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme ese derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.


Reseña publicada en el blog de la editorial Adeshoras, que puedes ver pinchando aquí.



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