Vicente Huidobro: Altazor. Temblor de cielo. Cátedra,
1983. Edición de René de Costa.
Aunque
la edición citada contiene también el extenso poema en prosa Temblor de cielo, es Altazor el que me interesa señalar,
porque es Altazor el que ha marcado
un aspecto importante, quizá fundamental, de mi vida literaria, lectora y
escritora.
En
mi relación con la poesía, hay libros que han funcionado como pilares sobre los
que apoyarme, reposar y tomar nuevo impulso hasta el pilar siguiente. Este
libro, y principalmente el poemario Altazor,
es uno de esos pilares. Tiene mucho que ver con mi educación clásica de
licenciado en Filología Hispánica, pero también con mi experiencia como
profesor (de personas adultas y de talleres literarios) y como escritor.
Llegar
desde Garcilaso (otro pilar) hasta las vanguardias de principios del siglo XX
es un gran viaje, y encontrar en las vanguardias a Vicente Huidobro es un gran
acierto. La poesía que recupera temas y fundamentos clásicos para darles una
nueva dimensión no es tan diferente a la que pretende romper con la tradición e
incorporar nuevas ideas, impensables quizá. El clasicismo de Garcilaso no es
tan diferente al creacionismo de Huidobro en cuanto que ambos rompen para
construir y hacer avanzar. Uno, en el siglo XVI, acudiendo a Italia y a los
clásicos; otro, echando un vistazo a los vertiginosos cambios que se están
produciendo en el mundo a principios del siglo XX y materializándolos en una
nueva estética poética.
Huidobro
propone eliminar de la poesía toda explicación, todo recurso tradicional, toda
referencia al exterior, para centrarse en la poesía misma como tema y materia.
Altazor es un
largo poema organizado en cantos; es un viaje, un viaje que va del orden al
desorden de manera progresiva, pero discontinua, con una gran etapa reina que
es el Canto IV. Es un viaje que empieza con la idea de caída y búsqueda del
sentido de la vida ("Abrí los ojos en el siglo / En que moría el
cristianismo"), sigue con un canto a la mujer ("Mujer el mundo está
amueblado por tus ojos"), continúa la palpable descomposición de la
poesía, el lenguaje y las palabras ("Basta señora arpa de las bellas
imágenes / De los furtivos comos iluminados / Otra cosa otra cosa
buscamos"), la urgencia del cambio, la renovación y el avance por terrenos
inexplorados ("Al horitaña de la montazonte / La violondrina y el
goloncelo / Descolgada está mañana de la lunala / Se acerca a todo
galope"), hasta la deconstrucción (Ai aia aia / ia ia ia aia ui / Tralalí
/ Lali lalá").
Es
un viaje que termina abruptamente, porque es un poema abierto, no puede ser de
otro modo, cuyo final está por descubrir o es irremediablemente inalcanzable.
Y
es un gran juego, y quizá ése sea su mayor interés para mí. Un enorme juego,
serio y profundo, que utiliza imágenes poderosas, originales recursos
morfológicos, sintácticos y semánticos, que lo convierten en un material
precioso para generar ideas y reflexionar sobre la escritura en general y la
poesía en particular. Es un libro que de no haber leído en su momento habría
dejado un hueco irrellenable en mi equipaje lector y escritor.
La
edición de Cátedra incluye un apéndice donde, entre otras cosas, reproduce el
extracto de una conferencia de Huidobro sobre la poesía, de 1921. En ella, el
poeta expresa algunas de las cuestiones que emplea consecuentemente en su obra.
Con un fragmento de esa conferencia termino esta recomendación:
El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme ese derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.
Reseña publicada en el blog de la editorial Adeshoras, que puedes ver pinchando aquí.
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