Quizás
podamos recuperar la calle,
anegar
las plazas de consignas,
saturar
el aire con mensajes invisibles,
construir
piras mostrencas y quemar
todos
los carnés de afiliados y de socios
(y
algunos guantes blancos con sus manos dentro).
Quizás
así podamos empezar de nuevo,
mirarnos
a la cara con franqueza,
(la
misma que mostramos al espejo
recién
lavados cada día),
y
sospechar que despertamos de un sueño intruso y maldito.
(Carlos Lapeña: Panorama y rendija. Adeshoras, 2013)
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