En
una sociedad cada día más exigente,
es
curioso comprobar
que
solo es necesario apuntarse en una lista,
obtener
un carné plastificado
y
abrirse paso a codazos y empellones
hasta
alcanzar el elegante sillón tras una mesa
de
madera noble que te cagas.
La
prueba de tu capacidad
no
te la da ningún título, nula experiencia,
ni
el sentido común
ni
tu ingenua honestidad,
sino
la relación de tus votantes
y
las cabezas de tus enemigos
(“que
son los nuestros por ahora”, lo sabes)
usadas
como pisapapeles
y
originales portalápices de carne y hueso.
(Carlos Lapeña: Panorama y rendija. Adeshoras, 2013)
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