martes, 7 de julio de 2015

El placer inagotable de Bowman


Los grandes editores no son siempre buenos lectores y de los buenos lectores rara vez sale un gran editor, pero Bowman estaba de algún modo a medio camino. Muchas noches, ya tarde, cuando se había apagado el ruido del tráfico y Vivian dormía, Bowman se quedaba leyendo. La única luz procedía de una lámpara colocada junto al sillón, no lejos de su mano había una copa. Le gustaba leer acompañado por el silencio y el color ambarino del whisky. Le gustaba la comida, la gente, conversar, pero la lectura era para él un placer inagotable. Aquello que la delicia de la música representa para otros, era para él la palabra sobre papel.


James Salter: Todo lo que hay (Círculo de Lectores, 2014)
Traducción de Eduardo Jordá



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