El Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Robert Louis Stevenson
Traducción de Carmen Criado
Alianza
Editorial, 1993
Es extraño volver a una novela que ha
tenido, tiene y seguramente tendrá que mantener una constante tensión con las versiones,
referencias, recreaciones, etc., que se han hecho, hacen y seguramente se harán sobre ella, a partir de
ella, alrededor de ella... Al releerla
después de
muchísimos
años me han ocurrido varias
cosas.
No
recordaba que estuviese narrada así, había olvidado la descripción del personaje principal, tenía un recuerdo erróneo del ritmo y el estilo... Me
ha sorprendido comprobar que el foco de atención se fija sobre un personaje
secundario, el abogado Mr. Utterson, y que es a través de él y de su relación con otros personajes, sus
charlas, sus paseos, como vamos conociendo a la pareja estelar, Dr. Jekyll y
Mr. Hyde. Me ha sorprendido encontrarme con una novela construida sobre dos
pilares expresivos, uno oral y otro escrito. Prácticamente todo en esta novela
corta ocurre hablado o leído; la acción es mínima (al menos la acción directa), vamos descubriendo los hechos al mismo tiempo
que Mr. Utterson, a través de sus conversaciones y de los documentos escritos a los
que va teniendo acceso, importantísimos documentos escritos que dan la clave y la explicación final de la trama.
Los diferentes niveles de lectura que
recordaba, sin embargo, han quedado intactos. El tema del desdoblamiento de la
personalidad, la tensión constante entre el bien y el mal que soportamos
durante nuestra vida, la esquizofrenia... Pero el tratamiento no es de novela
de terror, como en ocasiones se deja caer al hablar de esta obra; la
especulación, la intriga y la vertiente psicológica están más presentes. El
ritmo es demasiado tranquilo, los detalles explicativos diluyen la tensión
característica de la narrativa de terror, y estas circunstancias son quizá las
que salvan la novela y la hacen permanecer en el tiempo. La principal baza que
se juega es retardar la conclusión de que el doctor Jekyll y mister Hyde no son
dos personas, sino de la misma. Ésa es la sorpresa que nos reserva Stevenson en
los escritos y declaraciones finales que unos personajes ofrecen a otros, y a
los lectores con ellos, y aunque después de tantas referencias, citas,
versiones y recreaciones del tema, los lectores ya lo sabemos, releer la manera
de llevarlo a cabo que ideó Stevenson vuelve a ser un placer.
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