...leía como otros rezan, como juegan los jugadores, tal y como los
borrachos, aturdidos, se quedan con la mirada perdida en el vacío. Leía con un
ensimismamiento tan impresionante que desde entonces cualquier otra persona a
la que yo haya visto leyendo me ha parecido siempre un profano. En Jakob
Mendel, aquel pequeño librero de viejo de Galitzia, contemplé por primera vez,
siendo joven, el vasto misterio de la concentración absoluta, que hace tanto al
artista como al erudito, al verdadero sabio como al loco de remate, esa trágica
felicidad y desgracia de la obsesión completa.
Stefan Zweig: Mendel el de los libros
(Acantilado, 2011)
Traducción de Berta Vias Mahou
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