jueves, 28 de julio de 2016

Instante (un cuento)


Amanece. Por la rendija de la persiana, única rendija de una persiana bajada completamente, se cuela un tierno rayo de luz. Se lo puede ver prolongarse hasta el espejo de pie que hay enfrente y que refleja, lógicamente, parte de la habitación en penumbra, una cómoda, un cuadro, un banco sobre el que reposa ropa sin doblar, como una animal agotado, parte de una cama en la que dos pares de pies asoman asimétricos entre la sábana revuelta, las cortinas, la persiana y su rendija y el mismo rayo de luz que rebota sobre el cristal, alcanza una foto familiar, una pareja y una niña sonrientes junto a un castillo enmarcado por un bosque de robles bajo un cielo plomizo, salta hasta la lámpara de techo, donde se entretiene zigzagueando de unas tulipas a otras antes de salir despedido hacia abajo, hasta el reloj que yace sobre la mesilla de noche de la derecha, junto a una pila de libros y una caja de somníferos. Rebota en el reloj, las seis y cuarenta y siete, impacta en el cuadro de la cabecera, un grabado que reproduce un paisaje lunar, y de allí regresa a la lámpara de techo para rebotar hacia la otra mesilla de noche, la de la izquierda, donde encuentra el puente acerado de la montura de unas gafas, peligrosamente cercanas al borde, arrinconadas por el grueso volumen de un álbum de fotos, detrás del cual se puede apreciar otra caja de somníferos, abierta, vacía, y un vaso de vidrio con una pizca de agua. De las gafas, el rayo de luz ha viajado hasta el pomo metálico del armario empotrado, de donde es devuelto a la cama, para impactar sobre un eslabón dorado de la cadena que forma la pulsera de ella, el eslabón que se apoya justamente sobre la vena en la cara interior de la muñeca derecha, de la que no percibe ningún latido, no por nada, a pesar de la premonición, ya que es un instante mínimo y vertiginoso el que vive el rayo de luz ahí antes de proyectarse de nuevo hacia la ventana y chocar consigo mismo en la misma y única rendija por la que ha entrado y por la que ahora pretende salir, no con el ánimo del nuevo amanecer anunciado, sino con la inquietud de una negra noche prolongada.



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