martes, 19 de enero de 2010

Calle de los libreros


Bajando por el callejón en el que vivía, había tiendecitas de libreros que vendían a los estudiantes. Fuera tenían los libros usados de oferta en cajas de madera, sobre la acera. Empecé a ir por allí, a coger un libro y a ponerme a leer sentado en el suelo. Uno me echó, fui a otro y ése dejó que me quedara. Un buen hombre, don Raimondo, alguien que entendía las cosas sin explicaciones. Me dio un taburete para que no leyera en el suelo. Después me dijo que me prestaba el libro si se lo devolvía sin estropeárselo. Le contesté que gracias, que se lo devolvería al día siguiente. Me pasé toda la noche acabándolo. Don Raimondo vio que era persona de palabra y me dejaba llevarme a casa un libro al día.
Elegía los más finos. Cogí el vicio en verano, ante la falta del maestro que nos enseñaba cosas nuevas. No eran libros para niños, muchas palabras en el medio no las entendía, pero el final, sí, el final lo entendía. Era una invitación a salir.

Erri de Luca: El día antes de la felicidad (Siruela, 2009).
Traducción de Carlos Gumpert.


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