jueves, 4 de marzo de 2010

En voz alta


Tardé mucho en atreverme a leer poemas, pero luego acabó encantándome y me aprendí de memoria una buena parte de los poemas que grabé. Hoy todavía puedo recitarlos.
En conjunto, los títulos anotados en la libreta encajan en el sólido candor de los gustos de la burguesía culta. Tampoco recuerdo haberme planteado nunca ir más allá de Kafka, Max Frisch, Uwe Johnson, Ingeborg Bachmann y Siegfried Lebz; nunca grabé literatura experimental, esa literatura en la que no soy capaz de identificarme con una historia y no me gusta ninguno de los personajes. Para mí estaba claro que con lo que experimenta la literatura experimental es con el lector, y eso era algo de lo que Hanna y yo podíamos prescindir perfectamente.
Cuando empecé a escribir yo, le leía también cosas mías.

Bernhard Schlink: El lector (Anagrama).
Traducción de Joan Parra Contreras.

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