jueves, 18 de marzo de 2010

Esos días de marras


Mi vecina Felicidad, Feli, vino a verme acompañada de un cartel conmemorativo del 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora, o Día Internacional de la Mujer, o Día Trabajador de la Mujer Internacional, no estoy seguro. Al tiempo que me lo ponía prácticamente en la cara, me espetaba:
- ¡Ya está aquí otra vez el ocho de marras!
Su indignación es como su aportación personal anti-conme-moraciones-de-esta-índole.
- Todos los días del año podrían ser, deberían ser, ese día, en vista de que seguimos siendo nosotras las personas más trabajadoras que ha parido esta sociedad, con o sin contrato, con o sin reconocimiento, dentro y fuera de casa -me explicó.
- Pero seguís cobrando menos por el mismo trabajo -repliqué-, seguís teniéndolo más difícil para acceder a cargos de responsabilidad, seguís siendo discriminadas por parto, embarazo y menstruación… ¿No crees que es necesaria todavía cierta discriminación positiva?
Feli me miró mientras probaba el vino blanco que acababa de servirle, hizo un gesto de aprobación y emprendió su contrarréplica.
- Pero celebrar días como el ocho de marras no lo arregla; ya no surte ningún efecto; se ha convertido en el mismo escaparate que el Día del Padre, el del Trabajo o el de la Inmaculada, pero encima sin fiesta, concho. Se habla, se escribe, se publican estadísticas, y al día siguiente el membrillo discriminador sigue a lo suyo y la membrilla casadera busca marido y el maltratador maltrata y el legislador legisla los partos de los montes. Se merecen una buena colleja, por no decir otra cosa. Como diría mi malogrado Reinaldo De Sousa, menos samba e mais trabalhar.
Y tras beber un sorbo de vino, añadió:
- Claro que prefiero los días de fiesta que celebran estas cosas a los que evocan santos, mártires y otros fenómenos paranormales.
Y es que hay días en que Feli padece el mal de género, que es mal de marras también.

Gracias a J.R. Mora por permitirme reproducir su viñeta.


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