martes, 11 de mayo de 2010

Ediciones Sompatas (XII)


MENUDA VOZ

La sompata Calándalan tiene una voz que hechiza. Por eso está tan solicitada cuando hay que hablar en público, cantar una canción, contar un cuento, recitar un poema o dar una mala noticia.
Calándalan ha hecho de su voz su oficio. Los sompatas acuden en masa a escucharla y cuando pronuncia de forma tan emocionante “señoras y señores”, “cinco lobitos”, “érase una vez”, “con diez cañones por banda” o “sentimos tanto su pérdida”, todos se sienten oradores, cantantes, narradores, poetas o mensajeros, e intentan contratarla para sus eventos familiares.
Calándalan intenta satisfacer a todos, pero también necesita descansar de vez en cuando. Su afición preferida es estar callada. Callada, pero atenta. Le gusta escuchar los sonidos y observar los objetos que la rodean. Puede pasarse horas sin abrir la boca y sin cerrar los ojos y los oídos. Y cuando ha disfrutado bien del entorno, juega a su otra gran afición. Cada objeto observado y cada sonido escuchado da como resultado una palabra nueva, una palabra inventada por Calándalan, quien la pronuncia en voz alta y clara, con la entonación y la actitud que la situación le inspira.
Así, la forma redondeada de la tetera le sugiere “bloborom”, el ruido de la silla al ser arrastrada es “rastracarrastrayá”, el espejo es “mimitutuluzuz” y el agua hirviendo en la cacerola suena “plinbloplobliobliop”.
La risa de Calándalan es, junto con su voz, muy contagiosa.

Ilustración de Sofía Gómez, alumna de 4º del colegio Isabel la Católica, de Pinto.

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