Porque
el cielo es de colores al amanecer, porque las sombras oscurecen la tierra,
porque el agua fría pone morados los labios, porque la flor de la pervinca es
azul, porque no hay rosas azules, porque la niebla borra el color del paisaje,
porque puede soñar en blanco y negro o en color, según la cena, porque se pone
rojo como un tomate cada vez que Cléoe lo mira, porque cada pared de su casa es
de un color diferente, porque el mar es verde y azul y morado y negro, porque
al escuchar cantar a Chansone le salen manchitas de colores en la piel, que le
hacen cosquillas, porque al abrir los ojos distingue su mano naranja, y al
cerrarlos la puede pintar de amarillo, morado o añil, porque puede pintar
blanco sobre blanco o negro sobre negro sin que nadie le diga que eso no es
pintar, porque lo que él ve de color gris claro, ella lo ve de color gris
oscuro, porque los colores fríos le producen calor, porque los colores cálidos
le hacen flotar, porque imaginar un río de aguas multicolores le pone siempre
de buen humor, porque sus lápices de colores no siempre le obedecen, porque su
amigo Alboria le enseña a distinguir los cien colores de la nieve, porque su
amiga Noctrinsio le muestra los cien colores del carbón, porque nunca se cansa
de decir expresiones como amarillo limón, verde botella, azul marino, rosa
fucsia, rojo pasión, porque la noche, como la niebla, difumina los colores,
porque la noche y la niebla inventan colores nuevos, porque siempre le ha
gustado pintar la luz de amarillo, como el sol, porque las estrellas y las
farolas son soles diminutos, porque el color de su ropa tiene que ver con el
color de su ánimo, porque los ojos cerrados, como la niebla, como la sombra y
como la noche, permiten inventar colores nuevos... Por todo esto, el sompata
Polisindio se pasa la vida contando cuentos.
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