jueves, 5 de septiembre de 2013

Libros de texto


Comienza un nuevo curso y lo hace, cómo no, con el despliegue habitual de noticias, datos, estudios, reflexiones, anécdotas…, sobre alumnado, recortes, profesorado, calendario y, por supuesto, libros. Pues me sumo al despliegue. Algo ha ocurrido últimamente que me ha extrañado. Hay centros educativos, tanto concertados como públicos, que han anunciado la venta de libros de texto directamente a sus alumnos; algunos, incluso, con un suculento descuento sobre el precio en librerías. Algunos padres, centrados en el ahorro del gasto familiar y en el carácter obligatorio de la educación, celebran la iniciativa; sin embargo, llevando la reflexión un poco más allá, me parece algo francamente alarmante, cuando no sospechoso o directamente ilegal. La cadena del libro tiene un eslabón debilísimo en las librerías, que tienen en la campaña escolar un balón de oxígeno importante, y uno gordísimo e infladísimo en las editoriales, con unos sobreprecios vergonzosos y unas prácticas de compensación-agradecimiento a los centros escolares más vergonzosas todavía (pon mis libros y te regalo una pizarra, o te hago el 35% de descuento, o...), por no hablar de ese hábito aceptado sin más de cambiar los libros anualmente.
Este tipo de prácticas significa y supone el desprecio de los diversos agentes del sector, la competencia desleal entre editoriales, la manipulación de colegios y familias con la golosina de descuentos arbitrarios, la apertura de la puerta a una posible guerra de favores y contraprestaciones y, lo más importante, una espesa cortina de humo que oculta el verdadero problema: nadie es capaz de anteponer los intereses educativos y sociales a los económicos.
La tradicional indolencia de nuestros gobiernos estatales y autonómicos para regular el libro de texto, en correspondencia con la importancia que le dan -de boca, siempre de boca-, a la educación, más la imparable ruptura de la cadena del libro “por culpa” de la tecnología, propician e incluso fomentan prácticas como las citadas, cuestionables e indeseables. Y es lógico. Si en condiciones normales, no somos capaces de priorizar y consensuar, de una vez por todas, el sistema educativo, con la que está cayendo no lo vamos a hacer y, mientras tanto, cada uno aprovecha esa negligencia para hacer su agosto… y su septiembre y su octubre...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quisiera aclarar algunos puntos.
El "hábito aceptado" de cambiar los libros de texto cada año no es real. Soy maestra y particularmente apuesto por usar el menor número de libros posible, con lo cual, no se me puede acusar de amiga de las editoriales.
No se permite cambiar durante cuatro años de libros. Lo cual, a veces, incluso crea problemas cuando al usar unos libros de texto durante un curso, descubres que no se ajustan a lo que esperabas e incluso a veces ves que tienen errores.
En cuanto a los "regalos" como pizarras, descuestos... me gustaría que no se dejaran caer dudas sobre los maestros. Esto "regalos" que ofrecen las editoriales NUNCA son el motivo para elegir una u otra editorial. Sí que los centros aprovechan que se les dote con material que a veces no pueden comprar con tanto recorte. Jamás se ha aprovechado nadie a nivel personal. Espero que nadie tenga dudas en este sentido. Bastante tenemos ya los maestros, como para que se insinúe nada en este sentido.

Odal Orto dijo...

No es mi intención criticar a los maestros ni a los centros educativos, doy por supuesto que sus actuaciones son completamente legítimas, respetables y libres de sospecha (soy de familia de maestros y sé lo que hacen y lo que a veces aguantan). Me preocupa más la actitud de las editoriales, que han incorporado a sus campañas escolares los hábitos poco saludables que menciono.
Por ejemplo, vender directamente los libros a través de los colegios, con un descuento suculento, no es aceptable. El colegio mira por sus alumnos y aceota una medida que supone menos gasto, pero ese ahorro económico supone un agravio considerable para el resto de agentes del sector, sobre todo librerías y distribuidoras. La editorial sigue ganando, porque tiene un margen de beneficio enorme, y el librero se queda a dos velas.
En cualquier caso, agradezco tu comentario y, en vista de algún otro que he recibido por otros canales, espero ser capaz de hilar más fino cuando me ocupe de otro tema espinoso.