Creo
que a lo largo de las muchas lecturas de mi vida he seguido pensando en él,
pues mientras hacemos ese viaje secreto podemos sentir la presencia de los
otros lectores que en otro tiempo y espacio, o acaso en un acto simultáneo,
llevan su imaginación por los mismos lugares que la nuestra y conocen las
mismas conductas que nosotros o participan también de los mismos sentimientos y
sucesos. Acaso la imaginación de tantos lectores forma una comunidad invisible
que añade emoción a nuestro viaje. Lo cierto es que yo, aquel verano, leí y
releí los tres libros, echando de menos la cercanía de Monte, con quien me
hubiera gustado compartir las novedades de mi aprendizaje lector, pero
sintiendo al mismo tiempo su huella impalpable de predecesor en la percepción
de aquellas peripecias tan estimulantes.
José María Merino:
El viaje secreto (Anaya, 2007).
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