Antes
de saber leer, los libros eran para mí como bosques misteriosos. Me acuciaba
una pregunta: ¿cómo era posible que de aquellas páginas de papel, de aquellas
hormiguitas negras que la surcaban se levantara un mundo ante mis ojos, mis
oídos y mi corazón de niña? ¿Qué clase de magia, de sortilegio era aquel que
sobrepasaba cuanto yo vivía y cuanto vivía a mi alrededor? Criaturas, deseos,
sueños, personas y personajes, y tiempos desconocidos bullían allí. De pronto,
la palabra hablada se orientaba entre los árboles y los matorrales, descorría
el velo y hacía que apareciesen ante mis ojos cuantas innumerables miradas,
memorias y atropellos pueblan el mundo. «Cuando yo sea mayor —pensaba— haré
esto». Ni siquiera sabía que «esto» era participar del mundo imaginario de la
literatura.
Después,
cuando ya había aprendido a descifrar esos signos misteriosos, la primera vez
que leí la palabra «bosque» en un libro de cuentos, supe que siempre me movería
dentro de ese ámbito. Toda la vida de un bosque —misterioso, atractivo,
terrorífico, lejano y próximo, oscuro y transparente— encontraba su lugar sobre
el papel, en el arte combinatoria de las palabras. Jamás había experimentado,
ni volvería a experimentar en toda mi vida, una realidad más cercana, más viva
y que me revelara la existencia de otras realidades tan vivas y tan cercanas
como aquella que me reveló el bosque, el real y el creado por las palabras.
Porque
el bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y durante mi
adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún,
resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas
palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; que existen rumores y
sonidos totalmente desconocidos por los humanos, que existe el canto del bosque
entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso
nunca se escribirán.
Ana María Matute: En
el bosque. Discurso de ingreso en la RAE, 1998
Puedes leer en discurso completo aquí.
También puedes leer su discurso en la entrega del Premio Cervantes aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario