jueves, 31 de julio de 2014

Era inventor (II)


ERA INVENTOR (2/3)

Un día me desveló el secreto. A las personas que inventan cosas como las que él inventaba se las llama “escritores”.
Me pareció raro, sí. Pero más raro todavía fue lo que me respondió cuando le dije que no lo entendía:
- Los escritores inventan cosas que sólo están terminadas si alguien las usa, si tú las lees. Y cuando eso ocurre, magia potagia, tú también te transformas y te conviertes en inventor, en otra clase de inventor llamado “lector”.

El lavacuentos, que los deja como nuevos y nunca antes escuchados ni leídos.

La desfaltadora, que corrige los trabajos y sobrerraya las palabras más difíciles.

El transmóvil, que permite cambiar de vehículo cuando se quiera.

La incavadora, para hacer agujeros en casa sin molestar a los vecinos.

El pararruidos que se compliega en el oído gracias a un intornillador que lo intrajusta y despide la entrada de ruido en él.

Decía que un lector puede llegar a ser mejor inventor que un escritor, porque el escritor debe elegir muy bien las piezas y construir con ellas un único invento, el que desea; mientras que el lector aprovecha la obra del escritor y con ella puede cambiar de idea cada vez que quiera, no tiene por qué imaginar siempre lo mismo.
Y esto sí que parece magia de verdad.

Junto a un campo lleno de soles de tierra, repletos de pipas, hay otro campo donde planetas de aire juegan con los pies, las manos y las cabezas de los niños y de las niñas. Cerca de ellos han construido una casa con las paredes hechas de mundos planos y paralelos, donde ocurren las cosas más maravillosas que puedan imaginarse. En la casa vive una mujer cuya cara está surcada por las perlas líquidas de la tristeza, la risa, el dolor y la felicidad que le han provocado los mundos que ha conocido y conoce cada día.



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