Vivo en una casa hermosa. Es grande, antigua y soleada, con
amplios ventanales y paredes de colores salpicadas de grafitis, marcas y
dibujos, trazados por las personas que han vivido en ella antes que yo y
conmigo. Grafitis, marcas y dibujos que recuerdan y reviven frases e imágenes
que no se quiere ni debe olvidar, que se quiere y debe enseñar a los nuevos
habitantes y a los habitantes futuros. Ideas como respeto, conocimiento, compromiso,
responsabilidad..., salpican las paredes de mi casa. Es una casa desde el
pasado en el presente para el futuro. Es una casa llena de gente, llena de
música, llena de idiomas, donde se puede pensar y hablar libremente, donde se
pueden hacer grandes cosas y cosas diminutas. Es una casa con mil olores y
sabores que te transportan a lugares y tiempos remotos y a la vez familiares,
lugares y tiempos de la memoria. Es una casa que cobija nuestras vidas, con el
calor de una manta suave y la suavidad de un abrazo tierno. Una casa segura,
pero una casa abierta. Una casa para todas las personas que desean una casa
hermosa, para las personas de colores y de amplios ventanales. Una casa
construida entre todos, arreglada entre todos, reformada entre todos, moderna y
confortable, práctica y tradicional. Una gran casa, hermosa, cuya fachada
pintamos también entre todos, que recibe la luz del sol y del mundo y la
proyecta a su interior, donde se confunde con la misma luz que poseen las
personas que la habitan. Vivo en una casa hermosa que también es tu casa. Es
nuestra casa. Está en la plaza de la Constitución, sin número, y nadie podrá
arrebatárnosla, nunca, jamás.
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