Este año se cumplirán 40 desde la muerte
del dictador, que estuvo dictando otros 40. 40 años que murió él y 40 años que
nació ella, tras largo y consensuado parto, la criatura llamada democracia
española. 40 años es un tiempo más que suficiente para alcanzar la madurez y,
sin embargo, todavía mantenemos esa especie de complejo de Peter Pan que nos
ancla en la infancia de la transición y nos impide crecer para explorar nuevos
caminos y dejar atrás de una vez esa excusa más relacionada con el miedo y los
fantasmas que con una auténtica intención de regeneración y consolidación. En
40 años ha dado tiempo a hacer un montón de cosas y muchas de ellas han
resultado tener un reverso perverso que es el que ha prosperado, el que se ha
afianzado y ha convertido nuestra democracia en una caricatura triste de sí
misma. La principal es que bajo la apariencia de democracia, en realidad
vivimos en una partitocracia, término que, aun sin aparecer en la última
edición del DRAE, es ilustrativo: el poder político no lo ejercen los
ciudadanos, sino los partidos. Ellos sí que han crecido en estos 40 años, sobre
todo los grandes partidos, la parejita sobre todo, PPSOE, como viene
satirizándose en los últimos años. Ellos han conseguido vivir a cuerpo de rey
fabricándose un traje a medida que los diferencia sustancialmente de los
ciudadanos a quienes representan. Ellos han conseguido privatizar la actividad
política y que esa privatización sea refrendada por los ciudadanos en cada
elección. Han convertido el concepto de servidor público en sinónimo de
capataz, de directivo, de shérif, según el ámbito. Y los ciudadanos asistimos a
la farsa partitocrática adormecidos y acríticos. Pero es de suponer que no hay
mal que cien años dure y que 40 sean suficientes para romper la rutina, abrir nuevas
puertas y despertar de la pesadilla. En mayo y noviembre veremos si se puede...
Mientras tanto, recomiendo visitar Parla, esa mega performance que parodia perfectamente el panorama político
nacional, incluso occidental, con esas instalaciones que parecen montones de
basura, pero que en realidad son espejos deformantes de nuestra madurez.
martes, 20 de enero de 2015
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