miércoles, 11 de marzo de 2015

Libros que me gustan


¿Quién se comió mi planeta?
Antonio de la Fuente Arjona
Ilustraciones de Juan Manuel García Álvarez
Ediciones de la Torre, 2014




Algo o alguien está destruyendo los libros de astronomía de la biblioteca del colegio. La Panda de Los Últimos de la Clase es convocada para resolver el misterio y con ese fin interrogarán a varios profesores y empleados del centro. Sus pesquisas los llevan a tener que enfrentarse a acertijos, pistas y sospechas, y a tener que soportar algún que otro apasionado discurso sobre estrellas, planetas y literatura. De esta forma, la Panda se acerca a la resolución del misterio.
Esta obra de teatro infantil plantea una historia de intriga detectivesca mezclada con información astronómica y literaria. La trama es sencilla, fácil de seguir y de entender para lectores de 9 o 10 años; los diálogos son ágiles y equilibrados, combinan bien la parte narrativa con la descriptiva, la parte que hace avanzar la acción con la que hace referencia al tema del que se nos quiere dar información, la astronomía, y aportan toques de humor a la historia que la hacen más próxima y entretenida.
Es difícil, ya lo sabemos, combinar equilibradamente peripecia e información y creo Antonio de la Fuente Arjona lo consigue en esta obra, aun sabiendo, desde las primeras páginas, que este libro tiene una clara intención didáctica.
En este sentido, hay dos aspectos que me han llamado la atención; uno positivamente, pero el otro negativamente. El primero es la acertada y bien traída selección de pasajes literarios alusivos al mundo espacial (Lope de Vega, Garcilaso, Cyrano de Bergerac...); el segundo es la intercalación de notas de actividades dirigidas al lector, con una doble finalidad: poner a prueba sus conocimientos astronómicos e invitarlo a colaborar en la resolución de algún acertijo. Las notas intercaladas me parecen innecesarias, por un lado, y contraproducentes, por otro; interrumpen la lectura dramática y, con ello, el ritmo de la acción; la intención de hacer al lector partícipe de la obra (leída, porque si pensamos en la obra representada surgirían cuestiones más complicadas que recomendarían su eliminación) perjudica más que beneficia. El empeño por relacionar lectura con asignatura juega en contra de aquélla y no beneficia a ésta, según mi opinión. Con una unidad didáctica al final del libro se consigue el mismo objetivo sin afectar a la lectura ni a la historia.
Me plantea dudas el aspecto de la lectura unida al currículo, vincularla con él afecta a esa vertiente de libertad que tiene y que necesitamos para motivar y trabajar la afición. Es una vertiente más de la lectura, desde luego, pero debe trabajarse ordenada y cuidadosamente. Esta obra, notas intercalas aparte, forma parte de un proyecto didáctico que intenta utilizar el teatro como herramienta para aproximarse a algunas materias curriculares, incorporar el juego a la hora de enfrentarse con la información, y puede cumplir bien esa función, desde luego, pero, afortunadamente, no es ése su único valor.



2 comentarios:

Antonio de la Fuente Arjona dijo...

Lo primero, Carlos, mil gracias por tu reseña!!!
También interesante tu comentario sobre las "notas intercaladas" (yo prefiero llamarlas "juegos" o incluso "ejercicios"), aunque ya imaginarás que no es una controversia nueva. Y por eso, de nuevo, me gustaría hacer unas puntualizaciones al respecto:
Yo no soy un teórico, este proyecto es puramente práctico y (como repito muchas veces en mis artículos e intervenciones en congresos o talleres) esta teoría crece y se forma y se transforma con la propia experiencia (tanto de docentes como de profesionales del mundo teatral), y desde el primer título publicado he comprobado que los niñ@s pasan de lo lúdico a lo didáctico con menos complejos que los adultos. Si toda la parte "didáctica" se situara al final del libro (o como "unidad didáctica" aparte) sería como decir "Ya nos divertimos? Pues ahora viene la parte seria de pensar". Y ese no es el plan.
Esos juegos o ejercicios intercalados en el texto (exactamente 12 en un libro de 94 páginas) están limitados a su mínima expresión, situados en lugares estratégicos de la acción y casi siempre presentados como interpelaciones directas al lector/a para que resuelva alguna incógnita planteada en la trama, identificándose así como un componente más de la Panda protagonista; o también como una llamada de atención sobre un concepto determinado, estimulando su curiosidad más allá del enredo detectivesco del argumento.
Recordemos que un niño o niña no suele leerse un libro de un tirón en un solo día: entre medias jugará a otras cosas, comentará lo que lee, verá la televisión, merendará, etc... y cuando le apetezca volverá sobre el libro. Y personalmente tampoco encuentro reparos a que detenga la lectura para plantear dudas o buscar información sobre lo que el libro le transmite... Me gusta mucho la idea de un lector "consciente", que no se deje llevar simplemente por la trama.
Y volviendo a lo de la experiencia (que comentaba al principio), cada vez que voy a un colegio a dar charlas sobre los libros realizo lecturas de los mismos sin obviar esos apartes y te aseguro que los chavales se involucran de maravilla. Unir lectura y asignatura no supone un problema para ell@s pues les estás hablando de algo muy cercano: su mundo diario durante bastantes horas gira en torno a la escuela y a los conceptos que tratan en ella.
Pero ya te digo que esta controversia no es nueva: a estas alturas todavía nos cuestionamos la mixtura lúdico-didáctica: unos porque piensan que lo lúdico "distrae" de lo importante o frivoliza el conocimiento, y otros dando por supuesto que lo didáctico entorpece la acción narrativa. Pero precisamente este proyecto trata de demostrar que con la mezcla ambos ¿extremos? se retroalimentan.
Y yo, ante esa cuestión, planteada en más de uno de los debates posteriores a mis charlas con docentes y profesionales teatrales, siempre suelo responder lo mismo: haz como los niñ@s, que con solo abrir uno de estos libros y empezar a leerlos ya están jugando y aprendiendo, transitando entre acción y juego con comodidad y sin tropiezos.
Porque, ¿sabés qué es lo que realmente le choca a un niño que por primera vez se asoma a un texto teatral? La estructura, la presencia física en el papel, sin linea narrativa al uso, con acotaciones y el aparente y repetitivo listado de nombres de personajes seguidos de su diálogo correspondiente... Pero una vez que se lo explicas y le haces ver las diferencias entre el género teatral o la poesía o la prosa, responden: “Ah, vale”, y continúan su lectura como si nada. (El otro día acudí a una entrevista de radio donde los que ejercían de periodistas eran un grupo de niños y niñas y pasó exactamente esto que te cuento.)
Habría más cuestiones que comentar pero creo que eso ya lo dejamos para una entrevista personal, no??
Un saludo Carlos, y graciasssssssss

Odal Orto dijo...

¡Menuda puntualización, Antonio! Te la agradezco, desde luego.
Estoy al corriente de la controversia y la he trabajado algo, no ya aplicada al texto teatral en concreto, sino a la lectura en general relacionada con el currículum escolar. Como pasa con casi todo, hay pros y contras y, en última instancia, depende de quien la dinamice.
En cualquier caso, me parece un debate saludable.
Gracias de nuevo y enhorabuena por el libro.

Un saludo.