miércoles, 17 de abril de 2019

Política de púlpito



Mi vecina Felicidad, Feli, está preocupada… Mejor dicho, sigue preocupada, porque así lleva meses, por no decir años. Es una preocupación crónica que repunta cada vez que hay elecciones y que, en consecuencia, debería estar exenta de deducciones salariales por incapacidad temporal. “Imagina cómo andan mi cuerpo serrano y mi mente alcarreña -se lamenta– con la sobredosis electoral que tenemos estos meses”. El caso es que Feli ha ido anotando las lindezas que han brotado por las bocas de los diferentes candidatos y sus fichajes-estrella y no da crédito. 
“¿Cómo es posible que se compita para ver quién suelta la chorrada más original y más absurda? ¿En qué momento deja de importar estar equivocado o mentir públicamente? ¿Cómo se explica que la campaña –y la precampaña y la postcampaña– se construya sobre la descalificación del contrincante, del enemigo, en lugar de hacerlo sobre las cualidades del proyecto propio? ¿Cómo puede ser que el rumbo político haya derivado hacia el enfrentamiento chabacano? ¿Desde cuándo hemos aceptado que la política se fundamente en la exclusión, sobre todo en un momento en que la realidad cotidiana está tan alejada de la realidad institucional y macroeconómica, sobre todo en un momento en que las mayorías absolutas han dejado de ser una opción? ¡Y cómo es posible que ese tipo de mensajes cale en la gente, concho! ¿Somos tontos o qué somos?”. Feli se enciende y en un cómic ya sería verde, enorme y aniquiladora.
Echamos de menos lo constructivo y la sensatez a la vez que la disidencia y la valentía planteadas con la seriedad del responsable, no con las voces del mercader. “Tenemos una política de púlpito y nosotros somos los feligreses -concluye Feli-. Piénsalo. El candidato se sube al púlpito y clama contra el Maligno. Y nosotros, abajo, muy abajo, nos hacemos cruces y nos lo creemos todo, por increíble que sea”. 
Te compro la metáfora, Feli le digo–, para el artículo del mes”. Y me pregunto si será también así en las municipales.


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