Mi
vecina Felicidad, Feli, está preocupada…
Mejor dicho, sigue preocupada, porque así lleva meses, por no decir años. Es
una preocupación crónica que repunta cada vez que hay elecciones y que, en
consecuencia, debería estar exenta de deducciones salariales por incapacidad
temporal. “Imagina cómo andan mi cuerpo serrano y mi mente alcarreña -se
lamenta– con la sobredosis electoral que tenemos estos meses”. El caso es que
Feli ha ido anotando las lindezas que han brotado por las bocas de los
diferentes candidatos y sus fichajes-estrella y no da crédito.
“¿Cómo es posible que se compita para ver quién
suelta la chorrada más original y más absurda? ¿En qué momento deja de importar
estar equivocado o mentir públicamente? ¿Cómo se explica que la campaña –y la
precampaña y la postcampaña– se construya sobre la descalificación del
contrincante, del enemigo, en lugar de hacerlo sobre las cualidades del
proyecto propio? ¿Cómo
puede ser que el rumbo político haya derivado hacia el enfrentamiento
chabacano? ¿Desde cuándo hemos aceptado que la política se fundamente en la
exclusión, sobre todo en un momento en que la realidad cotidiana está tan
alejada de la realidad institucional y macroeconómica, sobre todo en un momento
en que las mayorías absolutas han dejado de ser una opción? ¡Y cómo es posible que ese tipo de mensajes cale en
la gente, concho! ¿Somos tontos o qué somos?”. Feli se enciende y en un cómic
ya sería verde, enorme y aniquiladora.
Echamos de menos lo constructivo y la
sensatez a la vez que la disidencia y la valentía planteadas con la seriedad
del responsable, no con las voces del mercader. “Tenemos una política de púlpito y nosotros somos los feligreses
-concluye Feli-. Piénsalo. El candidato se sube al
púlpito y clama contra el Maligno. Y nosotros, abajo, muy abajo,
nos hacemos cruces y nos lo creemos todo, por increíble que sea”.
“Te compro la metáfora,
Feli –le digo–,
para el artículo del mes”. Y me pregunto si será también así en las
municipales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario