El código de circulación
Mario Ramos
Edición: Corimbo, 2010
Caperucita Roja (suponemos que es ella porque viste de rojo, lleva un lazo rojo en el pelo y conduce una motocicleta roja, además de llevar una cesta y ver a su madre que se despide de ella mientras la ve adentrarse en el bosque, por no hablar de los encuentros siguientes), Caperucita Roja, digo, se adentra en el bosque montada en su moto y, enseguida se topa con la primera señal de peligro: ¡ojo, cuidado con los tres osos! Y efectivamente, tres osos en bicicleta cruzan ante caperucita Roja que, prudente, se ha detenido a tiempo. Después de los osos otra señal avisa a la niña de un nuevo peligro y así sucesivamente, hasta que Caperucita llega a su destino.
La historia, sin palabras, es divertida tanto por las señales como por las escenas a que dan pie. Visualmente, el libro resulta muy estructurado: señal de peligro sobre fondo liso más escena en el bosque ante la mirada asombrada de Caperucita. La perspectiva desde la cual se nos muestra la historia siempre es la misma y este quizá sea el punto débil del álbum: se echa de menos -yo al menos- algo de variedad en el encuadre de los episodios.
Como valor añadido, a las señales con que se encuentra la protagonista se pueden añadir las que aparecen en las guardas del libro, todas de peligro y todas referentes a cuentos conocidos.
Hay que ver el juego que puede dar el lenguaje icónico, cómo una señal, o cualquier signo, utilizada fuera de su contexto, ofrece una riqueza de posibilidades, ocurrencias, guiños, juegos... comunicativos sorprendentes y emocionantes. Lo vimos con Paraíso, de Bruno Gibert, y lo vemos ahora con El código de circulación.
Edad recomendada: 5 años, dice la editorial.
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