jueves, 13 de noviembre de 2014

Recibí un libro


Un amigo me ha enviado su libro. Lo he leído a saltos. Ninguna página acabé. Había un poema muy triste en la sexta hoja, como nieve pegada al rostro y una lengua de sal endurecida. ¿Debo decirle la verdad sobre su libro? ¿Debo herirlo? No quiero que me hiera. No quiero hacerle daño con mis palabras. Ser laxo, o darle a oler esa flor que se llama Trompa de Falopio, y que huele a conejo. O el amarillo de los dedos de un ángel fumador. Nadar sin saber, o escribir sin saber. Sacan a un gitano ahogado del Tajo. Se adentró en el cauce. En vez de enfilar la corriente se fue hacia la nada. No hizo pie. Redondeando. Como un desagüe frente a la admonición. Y no era un mal libro.


Miguel Ángel Curiel: Trabajos de purificación (Olcades, 2014)



2 comentarios:

Daniel Aragonés dijo...

Entonces, por lo que leo, puede gustarme o igual no me gusta nada.

Odal Orto dijo...

Efectivamente.