jueves, 23 de marzo de 2017

Plenos


El Pleno municipal es el órgano representativo, por excelencia, de la voluntad política de la ciudadanía, que tiene en él a sus representantes electos y en él se toman las decisiones que rigen la vida del municipio... Al menos esto era así hasta la aparición de las juntas de gobierno local, esa aberración de la democracia. El Pleno municipal debería ser un espectáculo, en el buen sentido de la palabra, una exhibición pública del trabajo desarrollado por los ediles, donde éstos demostrasen sus dotes de análisis, argumentación, elocuencia..., donde expresasen sus posiciones, sus disconformidades, sus denuncias... Pero lamentablemente, el Pleno se ha convertido en algo tedioso, protocolario y, en ocasiones, un espectáculo lamentable.
Generalmente, las votaciones del Pleno no hacen más que ratificar lo ya sabido y decidido en las comisiones previas, por lo que su interés radica principalmente en la exposición pública de la actitud de los diferentes grupos políticos ante los asuntos previstos en el orden del día. Y en esto fue en lo que me sorprendió el Pleno celebrado el pasado 9 de marzo. 
El uso machista de la expresión "aunque la mona se vista de seda, mona se queda" fue el detonante de un hermoso despliegue lingüístico que abarcó una larga disertación sobre su significado, un ingenioso ejercicio literario salpicado de refranes, con la fábula de Tomás de Iriarte a la cabeza, y la referencia a Erasmo de Rotterdam y su Elogio de la locura.
El uso machista del refrán hecho por un edil para atacar a una edil, algo traído por los pelos (desenterrado, más bien, en vista de la fecha en que ocurrió la cosa), se convirtió en una exhibición completísima de oratoria (aunque leída, es cierto, y no aprendida), con argumentaciones, citas, ironía..., expresión de un trabajo previo importante de documentación y elaboración, sin duda.  Fue media hora de gran altura.
Conclusión: cuando quieren, pueden. Falta sólo que quieran lo mismo para lo importante.



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