viernes, 31 de julio de 2009

Cuentos bibliotecarios (II)


DECLARACIÓN

Releyó la nota que había aparecido sobre sus apuntes. Reconoció su letra, pero él estudiaba, aparentemente concentrado. Se levantó de la silla y fue a la sección de Narrativa. La recorrió hasta dar con el libro que buscaba, N DIM esi. Lo abrió por el índice, fue a la página señalada y leyó. En el párrafo central encontró la frase. Estaba sutilmente subrayada. Una sonrisa cómplice iluminó su rostro. Después, asegurándose de que no la veía ningún empleado, tomó su lápiz y escribió en el lugar indicado: “sí, quiero”.


DESIDERATA


“...Una sala de lectura con música, o una sala de música donde también se pudiese leer y tomar un café... Una cafetería integrada en el edificio adonde acudir con un libro para leerlo junto a un café con pastas, o con los amigos a charlar, o donde reunirse de vez en cuando para hablar y arreglar el mundo... Y algo de decoración en las paredes, caramba, que de tan desnudas parecen tristes. Y un par de relojes, grandes y visibles, para asentar el tiempo, que se dedica a volar entre los anaqueles y las páginas, y despista. Y un personal algo más interesante, que sugiera ganas de consultar cualquier cosa, aunque no la necesitemos. Y una televisión donde poder ver esos cortometrajes sin tener que escondernos en la sala de reuniones esa, como en la trastienda de una librería durante la dictadura. Y libros más nuevos, por favor, de los que ustedes leerían en sus casas, sin el lomo amarillento y las fotos con costra. Pero, sobre todo, sobre todas las cosas, y ya puestos a pedir, quiero, deseo con toda mi alma que ella me mire, me mire, me mire. ¿Pueden hacer ustedes algo al respecto?”

Ilustración de Liliana Gelman.

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