jueves, 23 de diciembre de 2010

Tengo 15 años y quiero ser escritor

Con este título he vuelto a colaborar con la revista electrónica Famiped, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.


En esta ocasión escribí un artículo con algunas de las recomendaciones -tres pasos y un pasillo- que, a mi juicio, pueden ser interesantes para animar un joven a escribir.
El artículo comienza así:

Primer paso

El simple hecho de pensarlo indica ya lo más importante: estar dispuesto. Y como querer es poder… La adolescencia, quizá más que otra edad, es propicia para la creación en general y la escritura en particular. Es la edad del crecimiento, los cambios, el aprendizaje, la negación, la rebeldía…, todo un ciclo de motivaciones que, en muchos casos, piden un vehículo para salir al exterior y manifestarse. La escritura es un vehículo ideal para darle forma a eso que bulle en la cabeza, los pensamientos, que, como un engranaje complejo, refleja quién soy, qué no soy, qué imagino…
Y ¿qué hacer si quiero escribir? Pues, en realidad, sólo hay que hacer dos cosas: escribir… y leer. Quizá parezca una obviedad, pero es una manera de decir que hay que ponerse manos a la obra (escribir), sumergiéndose en la principal fuente de ideas y de ejemplos (leer) de que disponemos. Hay quien dice que la escritura es una consecuencia lógica de la lectura, que un escritor es antes, y sobre todo, un buen lector.
Desde luego, la lectura atenta y crítica proporciona, entre otras cosas, argumentos, técnicas, personajes, frases, estilos… que llamarán la atención del escritor. Además, la lectura es también una actividad necesaria, incluso imprescindible, para documentarse y conocer lo que otros antes que yo han escrito sobe un tema que, quizá, me interesa tratar. Dice alguien: “he tenido una idea genial, voy a escribir la historia de un joven mago durante siete cursos en un colegio de magia llamado Howarts…” ¿Te lo imaginas?

El enlace con el nº 4 de la publicación, donde se puede leer el texto completo, es éste.

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