jueves, 24 de febrero de 2011

Un día en la biblioteca

El siguiente texto es de Eusebio Gómez, bibliotecario, y ha sido publicado en el nº 181 de la revista Educación y Biblioteca.
Disfrutadlo.
    
Ilustración de Rob Gonsalves
Mi madre me ha metido en una sala de la biblioteca donde hay otros niños muy pequeños, como yo. Hay muchos muñecos de trapo por el suelo y estanterías bajitas con libros sin letras. Me revuelco por el suelo con los demás niños, entre los muñecos y los libros. A veces nos los tiramos unos a otros. Es muy divertido. Y podemos gritar y jugar lo que queramos.
Ahora vamos a la sala infantil, mi mamá me enseña unos libros que me gustan, con unas letras que reconozco porque me las han enseñado en el colegio. Le digo los que más me gustan y me pongo a leerlos junto a mi madre y unas amigas que también han traído a sus hijos.
Cansado de leerlos, me dirijo a la mesa de la bibliotecaria que me indica dónde están los libros que leen todos los chicos de mi edad, el best seller de moda, son varios volúmenes, pero no me importa, todo el mundo dice que están muy bien. Mis padres prefieren que lea los que me mandan en el instituto pero les convenzo para llevarme a casa uno de ellos de vez en cuando.
Me gusta venir aquí, a veces quedamos varios compañeros de clase para hacer los deberes y trabajos que nos mandan en el Insti. Muchos días nos regaña la bibliotecaria porque, sin darnos cuenta, elevamos mucho la voz o empezamos a jugar entre nosotros o con los de las mesas de al lado y, claro, se harta de nosotros y a veces nos echa de la biblioteca.
Voy a la sala de préstamos de adultos porque he quedado con unos amigos para coger algunas películas para el fin de semana y un libro que me han pedido en la universidad. También cogeré alguna peli para mis padres. Aprovecho para ver qué novedades han puesto últimamente y ver si han traído el libro que les pedí. Reservo un libro que he visto en las novedades y echo un vistazo a los últimos discos que han sacado a las estanterías.
Subo a la sala de estudio porque estos días hay que hincar los codos, no queda mucho para los exámenes y hay que estar preparado, la universidad es mucho más dura que el instituto y no me gustaría suspender. Además, este año empecé a trabajar y las dos cosas se me están haciendo muy cuesta arriba.
Apenas me queda tiempo para nada; menos mal que tengo una novia comprensiva y entiende que tengo que terminar la carrera. El fin de semana que viene nos iremos por ahí, lejos de la ciudad, para desconectar.
Saludo a unos amigos que están preparando unas oposiciones y paso un momento a la sala de ordenadores, tengo que mirar unas cosas en Internet. Al final he estado en el ordenador más tiempo del previsto, siempre me pasa lo mismo… empiezo con el correo electrónico, después el Facebook, el blog… total, que me dan las tantas y no me entero.
Paso a la hemeroteca donde consulto todos los días el periódico y algunas revistas; hay muchas, de todos los temas.
Todos los periódicos cuentan las mismas mentiras, con distinto enfoque, pero igual. Es difícil encontrar la verdad en un periódico. A veces, si buscas en los medios alternativos digitales, en Internet, puedes leer algo más objetivo.
En eso estamos de acuerdo los compañeros del hogar del pensionista. Como ahora tenemos todo el tiempo del mundo nos dedicamos a leer los periódicos y comentar las noticias. Es entretenido, aunque a veces salimos discutiendo por tonterías. Ya los viejos no tenemos tanta paciencia como los jóvenes. Y si es de política ya no te cuento, mejor no hablar. Lo mismo que de fútbol. Cada uno con su equipo.
Desde que me jubilé me gusta venir por aquí a leer el periódico y a observar a los jóvenes. Ha cambiado mucho todo. ¿O he sido yo…?
¡Cómo pasa el tiempo!, parece que llevo aquí toda la vida… y llegué por la mañana, que vine con… con… bueno, no recuerdo ahora. Es igual.
Buena se va a poner mi mujer, ni he ido a comer, ni la llamé… Estará preocupadísima.
Me voy para casa. Mañana será otro día…

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