jueves, 13 de octubre de 2011

Libros que me gustan



 El punto
Autor: Peter H. Reynolds
Edición: Serres, 2003
Adaptación: Esther Rubio




Matías dibuja el sol
Autora: Rocío Martínez
Edición: Ekaré, 2002




Dos álbumes que tratan sobre la pintura, sobre dibujar, y, más concretamente, sobre dibujar mal.
En el primero, a Vashti no se le ocurre qué dibujar y estampa un rabioso punto negro en la enorme hoja en blanco. La sorpresa se la lleva cuando, a la semana siguiente, ve su punto enmarcado en la pared de la clase de arte y piensa que es capaz de dibujar puntos mucho mejores que ese.
En el segundo, Matías decide pintar el sol con su lápiz nuevo. Después de varios intentos, considera que el último es el mejor, pero los anteriores resultan ser muy sugerentes para sus amigos.
Son dos álbumes estéticamente muy diferentes, con argumentos también distintos, personajes de características alejadas…, sin embargo comparten aspectos relacionados con la creatividad, el aprendizaje, las emociones, la interpretación y la motivación, muy parecidos.
En ambos, el artista es valorado por otros personajes, es sobrevalorado, podríamos decir, para resaltar la idea que mueve estas dos historias. En Matías son sus amigos quienes valoran los intentos fallidos de dibujar el sol; Vashti, en cambio, es valorada por su extraordinaria profesora (debería ser obligatorio tener profesores así). Matías descubre -y nos descubre- que el arte puede tener diferentes interpretaciones, según quien lo contemple. Vashti descubre que el tesón es una buena herramienta para desvelar y trabajar las ideas, tan escurridizas a veces.
Matías y Vashti tiene dos actitudes opuestas ante la pintura. Matías es el ilusionado, el dispuesto; Vashti es la bloqueada, la que necesita motivación -¿tendrá algo que ver que aquél esté en el campo y ésta, en el colegio?-.

Son dos álbumes perfectos para trabajar, en clase y en casa, sobre la creatividad, las emociones, el sentido estético que el arte, en cualquier modalidad, puede despertar en nosotros. Incluso voy más allá: por un lado, son ideales para difundir la idea de que cualquier cosa, cualquier idea, puede convertirse en arte; y por otro, que la intención del artista no tiene por qué coincidir con la del receptor, a quien la obra “habla” por sí misma.
De El punto me gusta, además, que el final sea abierto, con el alumno convertido en profesor que anima a otro discípulo a expresarse sin miedo.

Podéis ver la narración comentada del cuento de Peter H. Reynolds por Luis Pescetti en este vídeo.

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