lunes, 12 de marzo de 2012

Ciclo


De repente un día cualquiera
el ídolo se tambalea,
se llena de grietas y moho,
parece más viejo que antiguo,
no sucio, tampoco limpio.

Qué desconcierto.
Qué hacer con él ahora.

Un rato de observación
retrasa la decisión
para pasar a la acción.

Menos mal, porque si no...

La mano lo palpa insegura,
la vista lo escruta,
la boca lo besa...

Crecemos.
Hemos crecido,
y de repente el mundo a los pies.

El ídolo ya no lo es,
ahora lo somos.

¡Nada entre el cielo y nosotros!

Nada ni nadie.

Bajamos la vista a la tierra
y allí están minúsculos todos,
adorándonos a su modo,

llenándonos de babas,

llamándonos “papá”.

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