jueves, 22 de marzo de 2012

Ediciones Sompatas (XVIII)


UNA HISTORIA DE AMOR

 
El sompata Boris quería ser escritor y tomó una decisión muy importante.
- Hasta que no se me ocurra una buena historia no pienso salir de casa -dijo en voz alta, aunque estaba solo, como si al oír su voz se cargase más de razón.
Y así pasó un día tras otro, esperando a que le llegase a la mente una buena historia. Pero la historia no llegaba.

La sompata Cusot quería ser personaje y tomó una decisión muy importante.
- Hasta que no se me ocurra una buena historia no pienso meterme en casa -dijo en voz alta en plena calle, como si quisiera que todo el mundo la oyese y la apoyase.
Y así pasó un día tras otro, deambulando por la ciudad en busca de la historia que la convirtiese en un personaje. Pero la historia no llegaba.

Un día, harto y aburrido de esperar, Boris se asomó a la ventana. En la acera había una sompata de un gris apagado que lo miraba fijamente. Le llamó la atención el esfuerzo que parecía hacer para mantenerse en pie, porque su cara expresaba un cansancio infinito. Boris se preocupó, y con razón, porque la sompata se desplomó de repente.
Salió de casa rápidamente para socorrerla. Al llegar junto a Cusot, tuvo una sensación extraña, como si una ligera brisa soplase desde diferentes direcciones, y a la vez muy agradable.
Ayudó a incorporarse a la sompata gris apagado, paró un taxi y la acompañó hacia el hospital.
Pero por el camino ambos ya sabían que no era en el hospital donde iban a recibir la ayuda que necesitaban; era en el taxi donde sus respectivos problemas se iban a solucionar. Allí, en aquel espacio en movimiento, medio casa, medio calle, Boris hizo su pregunta.
- ¿Qué te ha pasado?
Y Cusot, la suya.
- ¿Y a ti?
Así empezó su gran historia... Y la del taxista, encantado de que no se dieran ninguna prisa en responder.

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