jueves, 30 de agosto de 2012

Con devotos deseos


Nos sentamos fuera, bebimos más tequila sunrises y leímos mi cuento. Mientras tanto, Camus se apoltronaba alternativamente sobre uno y otro exigiendo afecto para más tarde hacer gala de una rolliza indiferencia.
El cuento acaba en la página veinticinco, cuando el protagonista y vendedor del servicio de acompañantes se marcha para no volver. A esas alturas, Cin ya estaba ebria y con los ojos llorosos.
- Es fantástico -dijo posando su mano sobre la mía.
- Gracias.
- Eres mejor que Raymond Carver.
- ¿Raymond quién?
Me pasó un bolígrafo:
- Autografíamelo, por favor, y pon lo siguiente: "A Cynthia. Como muestra de nuestra nueva y maravillosa amistad". Y fírmalo "Devotamente Bruno".
Era la primera vez que le firmaba algo a alguien. Lancé al rollizo Camus sobre el sofá y me dispuse a escribir en la carátula. En ese momento la voz de Rick Dante empezó a hacer de las suyas dentro de mi cabeza, esta vez más sonoramente. (¡Eh, nenaza, espera! Mejor escribe esto:"Haré cualquier cosa con tal de echar un polvo". Y después lo firmas: "Con eterno cariño, el calentorro que necesita aprobación constante".)
- ¿Qué ocurre? -dijo Cin con sus ojos de mil años fijos en mis labios.
- "Devotamente..." -repuse devolviéndole el bolígrafo-. Devotamente me parece un poco excesivo.
- Un día, The New Yorker o L.A. Magazine publicarán tu cuento. Tú te harás famoso y yo tendré estos pedazos de papel.
- Yo nunca seré famoso.
- Quiero celebrar esta tarde contigo. ¿Tan jodidamente excesivo resulta?
Camus se balanceó hacia una silla de pana del salón. Señalé al gato:
- Eso es devoción -dije.
Ella me devolvió el bolígrafo. Yo acabé mi copa y finalmente escribí:
- Para Cynthia, con devotos deseos. Bruno Dante.
Ella leyó la dedicatoria y sonrió:
- Estupendo. Ahora apunta la fecha.
Lo hice y entonces busqué en mi mente la voz de Rick Dante, pero ya no la encontré.
- Eres el maldito Shakespeare de West Hollywood -dijo Cin arrastrando las palabras-. Eres Tennyson, eres el maldito John Fowles.
- Más bien soy Stan Laurel... ¿Te apetece chupármela?
Cynthia rió:
- Desde luego...


Dan Fante: Mooch (Sajalín Editores, 2011).
Traducción de Claudio Molinari Dassatti.


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