Al sompata Mateo le da miedo el viento.
- Me asusta no ver lo que me toca la cara o me sopla en el oído -suele
decir cuando le preguntan.
- Pero, Mateo -le replica otro sompata, por ejemplo, su amigo Tadeo-,
si tú no puedes ver nada, muchacho, ¿o es que olvidas que eres ciego?
- De eso nada -protesta Mateo-. Aunque soy ciego, veo muchas cosas. Si
tú me tocas veo tu mano, y si yo te toco, veo tu cara; si me hablas veo tu voz;
si te perfumas con esencia de carancha veo tu olor, y si me miras, veo tus
ojos. Pero el viento no, no logro ver el viento y eso no me gusta, me da miedo.
Y algo de razón debe de tener, porque la pequeña sompata Catia no es
ciega y, sin embargo, llora y se cubre el rostro con sus dos manetas cuando
sopla el viento.
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