jueves, 28 de febrero de 2013

Casi todos los libros


¿Y todos se los ha leído usted?
Adán evitó las explicaciones con una respuesta cómoda y tajante. Casi todos, Adán se había leído casi todos los libros, le pagaban por eso, y lo dijo buscando un aire de punto y final, la neutralidad irónica de los profesionales, porque no estaba dispuesto a mantener una conversación sobre la tristeza de la carne con el capataz de la mudanza. Los tonos neutros sirven para ahorrarse discusiones melodramáticas, es necesario aprender en un momento de la vida a decir o a escuchar "ella tiene cáncer", "su reclamación no es procedente", "está usted fuera de plazo", "esto no puede seguir así, me voy mañana..., amor mío". Con ese mismo acento, Adán respondió que se había leído casi todos los libros, porque no es fácil explicarle a un capataz enfurecido que hay libros regalados, libros que llegan a los ojos después de dormir unos años en los frigoríficos azarosos de las bibliotecas, libros que se compran y que nunca se leen, y libros que se compran porque ya se han leído, porque uno necesita vivir cerca de ellos, igual que hay gente que necesita vivir cerca del mar, de las montañas, de un cuerpo conocido o de una farmacia.


Luis García Montero: La mudanza de Adán (Anaya, 1999. Ed, no venal)



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