jueves, 18 de abril de 2013

Cuento


A las puertas del reino, en la interminable hilera de hornacinas que se extendía a ambos lados, estaban expuestas las cabezas de todos los reyes habidos... las cabezas, los cráneos o los restos de osamenta, según antigüedad. Todo forastero que traspasaba el umbral lo hacía con la incertidumbre de no saber si entraba en un reino terriblemente cruel o extraordinariamente generoso. Solo al abandonarlo disipaba sus dudas.


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