jueves, 7 de noviembre de 2013

Partes de la casa


Segundo poema de terror publicado en el monográfico de noviembre de El Globo Sonda.


Llegamos al anochecer
(descubriríamos después
la importancia de la hora).
“Los niños gozarían
en un lugar tan grande y tan antiguo”,
pensamos, sin imaginar
hasta qué punto
eso sería cierto.
Aquella misma noche
la casa ya avisó de su propósito
por medio de sonidos.
Los pasos, las voces, los roces,
la luz, las cañerías,
las cortinas, los muebles...
Eran todos sonidos de la casa,
que no supimos entender
ni interpretar
correctamente.
Creímos ser exagerados.
Huir de la ciudad en vacaciones
no es bastante para olvidar
los años de costumbres,
orgánicas costumbres
que se han de reeducar.

Y en la segunda noche,
todos nosotros acostados,
la casa habló otra vez
con su idioma de casa
y nos dio el ultimátum
que tampoco escuchamos.
Con sonidos constantes,
perfectamente articulados,
nos ofreció un monólogo terrible.
Nos daba a elegir entre el mundo,
enorme y exterior, y ella, la casa.
Ser parte de la casa
o ser parte del mundo.
Salir de aquí o quedarnos para siempre.

Por la mañana ya fue tarde.

Y desde entonces somos casa,
como muebles, ventanas,
corrientes de aire,
lámparas, cañerías,
y nuestras voces son sonidos
que enriquecen su idioma,
con nuevos términos,
palabras inequívocas,
susurros sugerentes,
amenazas terribles,
conjuros, maldiciones,
que avisarán a cada huésped
de la necesidad ineludible
de tener que elegir.

Nosotros dos estamos tristes,
somos quizás el polvo
que cuaja el aire,
pero lo niños gozan como nunca.
Son terroríficos.
infatigables
y despiadados,
y cada noche se distancian
más de nosotros,
nos miran y susurran.

No queremos imaginar,
pero lo hacemos,
que pueda producirse
nuestra segunda muerte
a manos de unos niños tan extraños.




No hay comentarios: