martes, 10 de diciembre de 2013

Peonza 106-107


Siempre es motivo de alegría descubrir la revista Peonza en el buzón, y si, como en esta ocasión, el número es doble, la alegría también lo es.
El tema central es la lectura y a su alrededor giran varios y suculentos textos, una vez más, sí, pero una nueva vez y con unos textos nuevos. Es lo que ocurre con determinados asuntos, que siempre nos piden otra vuelta, por si acaso.
Junto a los colaboradores habituales, como José Luis Polanco, Paciano Merino o Luis Arizaleta, podemos disfrutar de artículos de Blanca Calvo, Daniel Cassany, Vicente Muñoz Puelles, Alberto Sebastián Gutiérrez y Jordi Sierra i Fabra. La lectura en el momento actual, abordada desde múltiples puntos de vista: relacionada con la escritura, condicionada por Internet, animada con estrategias, amparada por fundaciones y proyectos...
Además, Ana Garralón nos regala la segunda parte de su trabajo sobre la vida y obra de Edward Gorey, el ilustrador Xosé Cobas conversa con Diego Gutiérrez (además de ilustrar toda la revista), conocemos cómo fue el último Ilustratour, ampliamos nuestra información sobre cómics del oeste, conocemos a Juan Berrio y nos ponemos al día con las habituales reseñas de libros infantiles y juveniles.
Y en el espacio reservado a la experiencia propia, nos acercamos a las primeras lecturas y al crecimiento lector de algunos escritores y periodistas, De ellos quiero destacar un párrafo que me ha gustado mucho y con el que me siento identificado. Es un fragmento de “Y leer ya no fue leer”, de Guillermo Balbona:
Leer era un código secreto frente a soledades, una geografía de viñetas, de pan y chocolate, de tardes interminables y preludios de sueño. Después vinieron las estancias prohibidas, los desnudos que se escurrían en capítulos de un libro situado en una estantería que se antojaba demasiado alta y esas torpes masturbaciones, mientras amanecían los primeros versos. Poemas de carrerilla, memorizados pero ya impregnados de un susurro que anunciaba otros mundos. Y Enid Blyton se confundía con Stevenson y Machado pasó a ser Juan Ramón y Corazón sangró a Decamerón y entre los silencios y gritos de la adolescencia un día se apareció Poe. Leer, desde aquella primera visita a la Casa Usher, ya no fue leer.


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