Todo el mundo nos miraba, pero no era para menos: ¿quién había visto jamás
a unos piratas sentados en la playa, callados como tumbas y pasándose un libro
de uno a otro cada diez minutos? Allí, mirando al mar como náufragos felices...
Y cuando el que estaba leyendo se reía o se sorprendía por algo, unos le
preguntaban y otros decían: “¡No lo digas, que lo quiero leer yo!”.
Llanos Campos: El tesoro de Barracuda (SM,
2014)
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