LA BUSCA
Visité la biblioteca personal del famoso escritor con la
previsión de sentir su energía y contagiarme de su magia. Allí respiraría el
nutritivo oxígeno de su inspiración y saldría lleno de ideas, ganas y
disposición para gestar mi gran obra.
Paseé lánguidamente mi vista por sus volúmenes, acaricié su
sillón orejero de terciopelo verde, admiré el bosque de robles por el amplio
ventanal, palpé la madera y el bronce de sus muebles, pisé la lana de su
alfombra... Pero no. La biblioteca personal del famoso escritor me resultaba
artificial, extraña y opresora.
Y supe, entonces, que debía olvidar la biblioteca personal
del famoso escritor y entregarme a la lectura de su obra de una vez por todas.
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