Mil
grullas
Yasunari Kawabata
Edición:
Emecé, 2008
Traducción
de María Martoccia
El
estampado de un pañuelo, una mancha en la piel, la ceremonia del té. Éstas son
las tres referencias estéticas sobre las que Kawabara construye esta novela
corta para hablarnos de amor o, mejor dicho, de amores.
El
joven Kikuji es invitado a la ceremonia del té organizada por Chikako, amante
de su padre fallecido. En ella conoce a otras mujeres y, a partir de ese
momento, la historia avanza combinando encuentros entre los personajes que
hablan de deseo, tradiciones, recuerdos, remordimientos... Todo narrado con
calma, lentitud, la misma con que se prepara y oficia la ceremonia del té, los
recipientes, el espacio, el ambiente, la invitación... La manera en que ese
rito es entendido por una generación y otra, en correspondencia con las
relaciones humanas, que también varían, contagia la acción y la hace avanzar a
través de diálogos y momentos que forman un friso lleno de sensualidad y
presagios.
Llama
la atención la limitación de recursos, los diálogos más que las descripciones,
la lenta acción, la desnudez de las viviendas, la escueta caracterización de
los personajes, centrada en unos pocos rasgos... El detallismo se centra casi
exclusivamente en los recipientes del té y es a través de ellos por donde se
transmite la tensión de esta historia. Una historia, me atrevo a clasificar de
minimalista, que quizá a un lector occidental resulte algo ajena y poco
emocionante (yo soy ejemplo de ello), o al contrario precisamente por eso, vete tú a saber.
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