jueves, 19 de noviembre de 2015

...de mi libro


Sí, yo he venido a hablar de mi libro, como Francisco Umbral en aquel programa televisivo. Por qué. Porque quiero y lo necesito, ya ves. Explícate. Me explico. Pertenezco a esa clase de escritores que entienden la literatura como juego y fingimiento, como medio de expresión en sí mismo, al margen de la realidad circundante, de la vida personal, del compromiso. Al margen quiere decir independientemente de todo eso, pero no en contra de todo eso. Vuelvo a explicar. La literatura me permite fabular, inventar, cambiar... La chispa de una idea se convierte en la red eléctrica de una historia. Ésa es mi responsabilidad. Sin embargo, ay, en ocasiones veo muertos. Hala. Aclaro. En ocasiones, la realidad ejerce tanta presión que la literatura se reboza en ella y se empeña en construirse entreverada de realidad. Me ha ocurrido en dos ocasiones. La primera fue hace seis años y tomó la forma de un libro de poemas, Panorama y rendija, rabiosos, cabreados y críticos. La segunda fue hace tres años y poco y se ha materializado en un libro muy especial. Esta estafa de dimensiones continentales a la que llamamos crisis se ha convertido en punto de fuga inevitable de mi escritura y ha tejido un extraño tapiz a mi alrededor, confeccionado con la relación impagable de dos amigos, Carlos y Pedro. Entre los tres dimos forma a una serie de relatos y poemas con lo que exorcizar, agredir y despreciar esta dramática situación que nos afecta y desespera. Ese proyecto, combinación apenas paradójica de trabajo duro y veladas inolvidables, sale ahora a la luz bajo el título de Puta crisis. Son innumerables los casos de escritores que han utilizado (o han sido utilizados por) la literatura como terapia o catarsis. Yo no me atrevo a tanto, pero puedo asegurar que la vida nunca ha estado tan cerca de mi escritura como ahora, por activa o por pasiva, bien es cierto.


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