Delgado
fue hasta su biblioteca, sacó una antigua edición de Eugenia Grandet y me la puso en las manos. Me pidió que la abriera
y buscara, en cualquier página, calles verticales o diagonales, dibujadas por
las separaciones entre palabras. En efecto, descubrí largas calles que se
prolongaban de línea en línea, cruzaban los párrafos, en ocasiones se
interrumpían y retomaban un trayecto diagonal, de derecha a izquierda, de
izquierda a derecha, o en caída libre.
- Un
escritor sin ritmo en el fraseo no puede lograr eso. Si estropea la lengua con
dos o tres palabras mayores de cuatro sílabas, en una sola frase,
necesariamente romperá la calle y, desde luego, también el ritmo. Usted las
busca en la página y no las encuentra. Una torpe edición, con una caja
demasiado chica o demasiado ancha, violentará también esas figuras que el ojo
contempla, digamos, en secreto.
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