La revista
Peonza dedica su número 115, de diciembre de 2015, nada más y nada menos que a los animales, seguramente la
presencia más notable, más frecuente y más característica de la literatura
infantil.
Del
jugoso contenido de la revista quiero destacar algunas cosas: Las reseñas de
las secciones “La biblioteca de animales clásicos” y “La biblioteca de animales
contemporáneos”, esta última con los comentarios de los propios autores; el
abecedario de animales en los cómics-tebeos, elaborado por Juan Gutiérrez Martínez-Conde, y el artículo de Karla Fernández Gamboa Vázquez, “Una fauna de mucho peso”, donde
explica las funciones que desempeñan los animales tanto en la arquitectura
mental del lector infantil como en la labor del autor. De ella destaco la cita
que hace de Juliet K. Markowsky sobre
los cuatro -que son cinco- principales motivos de los autores de álbumes ilustrados
para basar sus obras en animales antropomórficos:
- Esos personajes permiten una identificación por parte del lector y una identidad cultural inclusiva (sin distinción de raza, etnia e incluso género).
- Establecen una distancia que permite afrontar con mayor libertad temas controvertidos en la literatura infantil.
- Expresan el placer lector que ofrece la propia fantasía. Brindan la posibilidad de imaginar otros mundos con otras normas...
- El humor. Posibilidad de caricaturizar comportamientos, situaciones y tipos humanos.
- Por la economía del lenguaje y la variedad de opciones que ofrecen. La descripción y los atributos de los personajes son prácticamente automaticas, conocidas a priori por el lector, y las alteraciones a esos rasgos pueden hacerse rápidamente y sin explicaciones que desvíen la atención.
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