VAPOR
En mi memoria el río es la ciudad
y la ciudad prolonga el río
en sus calles, sus plazas.
La lluvia sincroniza
el agua y el asfalto
en un continuo líquido y grisáceo
por donde asoman
los sonidos selváticos,
–mecánicos, pensados y animales–,
que acechan al explorador
durante y después de la aventura.
Hay días en que basta
evocar la ciudad o el río,
para sentir de nuevo el barco
y su vapor
anegándolo todo en la memoria.
Hay noches en las que subimos
a bordo y navegamos
por el cauce intrincado
hasta llegar al mar, al cielo,
para inundarlo todo una vez más.
Hay noches con sus días
en que esperamos
desesperadamente ansiosos
el abordaje del navío
que nos adentre…
que nos adentre…
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