martes, 11 de agosto de 2009

...et labora


El curso intensivo de orientación laboral al que me obligó a asistir mi madre me fastidiaba ver el Tour de Francia en la tele, y eso no podía consentirlo, así que me hice con un diminuto transistor y unos auriculares.
“Todo trabajador, independientemente del tipo de trabajo en sí -productivo, transformador o de servicios-, tiene tres anhelos o aspiraciones ideales: que el trabajo le guste, hacerlo bien y ser reconocido por ello. Estos tres anhelos o aspiraciones son a su vez, es lógico pensarlo, los que todo empresario o jefe busca, ya sea productor, transformador o servidor; efectivamente, también todo empresario o jefe idealmente pretende: un trabajo que le guste, hacerlo bien y ser reconocido por ello.”
Mientras el profe intentaba mantenernos despiertos con sus razonables explicaciones, yo seguía las peripecias de Alberto Contador en la carrera y apenas podía contener la rabia por las despreciables zancadillas que desde su propio equipo le ponían un día sí y otro también.
“La relación de amistad entre jefes y empleados, incluso entre empleados y empleados, no tiene nada o casi nada que ver con la excelencia laboral; sin embargo, sí parece cierto que influye en su consecución la existencia de un buen ambiente y unas buenas relaciones laborales.”
No entendía que unos profesionales como aquéllos pudiesen comportarse así. Hasta entonces creía que cualquier equipo y cualquier director deportivo -por no hablar de cualquier patrocinador- darían una mano, o un pie, por tener en sus filas un profesional como Alberto, alguien que ame tanto su trabajo, que lo haga tan bien, que obtenga esos resultados dentro y fuera del pelotón; ¿no es de lo que se trata?
“En el ámbito privado, el empresario prescinde perfectamente del vínculo emotivo del trabajador con su trabajo, porque lo que prima es el trabajo bien hecho. El reconocimiento se expresa en beneficio. En el otro extremo, el ámbito de la administración, el jefe -el político en última instancia- prescinde no sólo del vínculo emotivo del trabajador con el trabajo, sino también del trabajo bien hecho; y el reconocimiento se expresa en mejoras futuras que servirán para su reelección y consiguiente permanencia en la jerarquía laboral.”
Y de todos los “colegas” del ciclista pinteño, me sorprendía especialmente Armstrong, Lance Armstrong, el incombustible, una bellísima persona, ejemplo de superación y entrega, pero que había regresado como un deportista despreciable, por su soberbia y su falta de respeto hacia su jefe de filas…
“En cuanto al trabajador, el gusto por el trabajo está directamente relacionado con el nivel de cualificación y la libertad de ejercicio, factores que influyen en la buena realización y propician el reconocimiento, con dos ejemplos de nivel máximo, como son los artistas y los deportistas.”
El grito se oyó en todo el edificio. Alberto Contador había ganado su segundo Tour prácticamente él solito y había demostrado una vez más que el movimiento se demuestra andando.
“Y esto es todo.”
Acabó el curso, pero todavía faltaba lo mejor: gozar del placer casi perverso de contemplar a doña Esperanza Aguirre tararear el himno nacional con sus habituales donaire y galanura.

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