jueves, 24 de marzo de 2011

Libros que me gustan


Algunos niños, tres perros y más cosas
Juan Farias
Ilustraciones de Arcadio Lobato
Edición: Espasa-Calpe, 1985 (6ª ed.)


Tras la enumeración del título -a mi juicio lo peor del libro (pienso que un libro se merece un título atractivo, no tres tan sosos; pero es cierto que a veces los libros de cuentos se rebelan y no hay forma de nombrarlos uniformemente)-, tras la enumeración del título, decía, se esconde una colección de cuentos muy atractivos, por varios motivos.
Son cuentos que parten de hechos cotidianos, con lo difícil que es eso, y lo hacen con un cuidado, con una ternura y con una imaginación tales que su lectura resulta tan placentera como estimulante.
Son cuentos tiernos y poéticos en los que la cotidianeidad se puebla de fantasía y de “cosas raras”, cuentos de relaciones entre padres, a veces demasiado ocupados y demasiado adultos, y niños que hacen de su soledad una hermosa fuente de inspiración para sus juegos. Cualquier cosa puede ser un juguete y como tal puede hacer posible cualquier cosa. La imaginación, que desafía al sentido común..
La sencillez -aparente- del estilo, el ritmo y el desarrollo tan bien pautado, hacen de estas historias pequeñas joyas de lectura.
Da gusto leer cosas así.

Este libro de cuentos ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1980. Pertenece a una época de la literatura infantil para mí antediluviana, lo cual subraya su valor, porque mantiene la frescura atemporal de las grandes obras.
El que he leído ahora lo he sacado de la biblioteca y está bastante viejo, el pobre. Viejo y tristón, porque apenas lo han prestado cuatro veces, la última en noviembre de 2002.

¿Edad recomendada? En la contracubierta indican que está recomendado para lectores “de 7 a 10 años”. Algunos nos pasamos, encantados, tres pueblos, o cinco.

Algunos pasajes:

- Pero ¿con qué vais a pagar? -preguntó el Alcalde que además de vanidoso era incrédulo-¿Con qué?
Con una manzana a la que sólo habían dado un mordisco,
el mango de un paraguas,
un grillo en una caja de cerillas,
una bola de barro,
la llave que perdió la cerradura,
un tornillo que no faltaba en ningún sitio...


Soy un adulto y los adultos, ya se sabe, han de hacer valer el sentido común.
Un adulto respetable no debe consentir que las ranas vuelen o sean príncipes encantados,
ni que los feroces apaches jueguen al ajedrez, las tardes de invierno, con los muchachos del Séptimo de Caballería...


El campo es un buen sitio para jugar a casi todo, incluso a estar solo y pensar cosas interesantes.

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