martes, 22 de marzo de 2011

Madur(h)ez (versión pesimista)


Cada año electoral me pasa lo mismo. Me sube un qué sé yo por aquí que no sé. Bueno, sé que me repito, pero no puedo evitarlo, todo lo más, variarlo; así que esta es la versión pesimista de mi desasosiego.
Han pasado ya 36 años desde la muerte del dictador, 33 desde la Constitución que nos rige, 32 desde los primeros ayuntamientos democráticos... La treintena es edad suficiente para considerar maduro al ser o al ente que la tenga, ¿verdad? Pues parece ser que no. A esa edad, por ejemplo, una persona hoy está todavía sin saber qué va a ser de ella definitivamente, está empezando, es todavía joven, tanto que, si se da prisa, puede beneficiarse de alguna que otra subvención. Parece ser que la madurez, en las personas, no está tan relacionada con la esperanza de vida o la experiencia como con la realidad económica de la sociedad... La sociedad, ay. Este ente sí que debería ser maduro con su treintena de años en democracia, maduro y pleno, ¿a que sí? Sin embargo, a esta sociedad nuestra le han salido unos granazos en plena democracia, unos quistes democráticos tan peliagudos que nadie se atreve a extirparlos, porque sería una operación difícil, costosa y, lamentablemente, provisional.
Las ideas de progreso, bienestar, desarrollo, igualdad, justicia... parecen caricaturas de sí mismas, o bromas pesadas, cuando comprobamos que en este tiempo: todavía hay que celebrar el día de la mujer trabajadora; un tercio de los abuelos ejerce de canguro para sus propios hijos; la educación va de bandazo en bandazo; un voto toledano vale menos que otro donostiarra; los partidos políticos son más parecidos a empresas de colocación o, directamente, sectas, que a otra cosa; las leyes del mercado definitivamente se zampan a las del derecho; es imposible practicarle una alternativa al capitalismo... Más un largo etcétera de pesimismo para celebrar la llegada de otra primavera llena de madur(h)ez.


2 comentarios:

RAFAEL DE LA CALLE dijo...

Ayer me pare ante el escaparate de una libreria, para curiosear un poco, y entre las numerosas novedades, vi un pequeño librito, solo costaba 5 euros, su título Indignación, su autor Stephane Hessel, su prologuista José Luís Sampedro. Unos días antes habia visto una reseña en El País. El autor tiene 93 años y todavia se indigna, ya veo que tu tambien, y yo procuro expresarlo en todos los foros que acudo, no consuigo mucho pero el ver como reaccionan algunas personas, no tiene precio.
Bueno y dentro de unos días... a ¿votar?

Odal Orto dijo...

A votar o a botar, ya veré o que hago.
El ibro de Hessel es genial, una pequeña pero contundente dosis de rebeldía.