lunes, 2 de mayo de 2011

Ernesto Sábato da cima a su gran aventura


¿Supo Cervantes que escribía una obra trascendente? No, por cierto, cuando comenzó a hacerla. Un ingeniero sabe de antemano lo que llegará a ser el puente que ha calculado en sus planos; pero no se puede calcular una gran ficción, porque no se construye únicamente con las razones de la cabeza, esas que sirven para demostrar teoremas, sino también -y sobre todo- con lo que Pascal llamaba "les raisons du coeur", las incomprensibles y contradictorias verdades del corazón. Dostoievski se propuso escribir un folleto sobre el problema del alcoholismo en Rusia y le salió Crimen y castigo. Cervantes quiso escribir una regocijante parodia de las novelas de caballería y terminó creando una de las más conmovedoras parábolas de la existencia, un patético y melancólico testimonio de la condición humana, un ambiguo mito sobre el choque de las ilusiones con la realidad y de la esencial frustración a que ese choque conduce. Esto no lo sabía al comenzar su empresa, no lo podía saber ni aun con su prodigiosa inteligencia, porque el corazón es inconmensurable con la cabeza: lo fue sabiendo a medida que avanzaba, según los acontecimientos imprevistos y los actores, que iban mucho más allá o en diferentes direcciones de lo preconcebido. Y quizá no lo supo nunca del todo, ni siquiera después de haber dado cima a la gran aventura, como nunca podemos descifrar acabadamente el significado de nuestros propios sueños; porque todas las explicaciones que la razón intenta son impotentes, porque el sueño es irreductible a los puros conceptos, porque el sueño es una ontofanía, una revelación de esa oscura realidad del inconsciente en la única forma en que puede expresarse. De ahí todas las interpretaciones que se dan de un mismo sueño, según la época y las teorías que se utilicen; y de ahí, y por los mismos motivos, las diversas y hasta encontradas lecturas de una ficción profunda como la de El Quijote. Si no fuera más que una sátira de la novela de caballería, no habría perdurado cuando esas narraciones estaban olvidadas y carecían de la menor vigencia. Y tampoco se explicaría por qué esa presunta sátira, además de hacernos reír, nos anuda la garganta. Todos comprendemos que sus aventuras son grotescas y, al mismo tiempo, intuimos que algo tan visible como los molinos de viento constituyen un revelador mito de la condición humana. ¿Qué es, entonces, El Quijote: una simple burla o un símbolo inacabable?

Fragmento del discurso de Ernesto Sábato en la entrega del Premio Cervantes,1985.



2 comentarios:

RAFAEL DE LA CALLE dijo...

Leyendo tu homenaje a Sabato, rebusque entre mis libros y encontre uno llamado "Heterodoxia" y me fije en un articulo que trataba de explicar como realizo su pequeña gran novela "El túnel". Es curioso.
Que descanse en paz.

Odal Orto dijo...

Vaya, veo que tienes una curiosa y heterodoxa biblioteca. No sé or qué no me extraña. Jaja.