jueves, 13 de agosto de 2015

Peonza 113


El número 113 de la revista Peonza (publicado en junio de este año) está dedicado a los clásicos de la literatura infantil. Contiene artículos de dos editores que dedican especial atención al tema y nos regalan hermosos libros de vez en cuando, Fernando Diego García (Libros del Zorro Rojo) y Pablo Cruz (Anaya). Ambos reflexionan sobre la actualidad y la necesidad de los clásicos, contenedores de claves humanas y existenciales y generadores inagotables de nuevas propuestas estéticas, al margen -o no- de modas, efemérides y adaptaciones cinematodráficas.
Gustavo Martín Garzo también colabora con un texto sobre la relación compementaria y necesaria que mantienen realidad y sueño o, también, realidad y fantasía. También disfrutamos de dos entrevistas jugosas; una a José María Merino y otra al ilustrador-autor Iban Barrenechea, responsable de algunos de los libros más originales y hermosos que he leído en los últimos años.
Hay muchas más cosas en esta Peonza, pero yo elijo un fragmento de Martín Garzo que me ha gustado especialmente:
Platón cuenta en uno de sus diálogos la historia de un pastor que un día pierde una de sus ovejas al abrirse un agujero en la tierra y al adentrarse en la profunda grieta, descubre un precioso anillo. Tras ese incidente, Ciges, que así se llama el pastor, se une a un grupo de conocidos que están hablando mal de él y, al ver que en vez de callarse lo siguen haciendo, comprende que el anillo que ha encontrado le vuelve invisible. Los amantes y los niños tienen un anillo así. Es él quien les permite encontrar ese hueco en lo real por el que abrirse a zonas escondidas del mundo donde por fin tener la vida que desean. Lo pequeño marca sempre el acceso a esa vida encendida por el deseo. Pero entonces, ¿por qué llamamos realiad a lo que pasa en las casas de los adultos y no a lo que sucede en el bosque de los niños? ¿Es el bosque el sueño de los que viven en el palacio, el territorio de sus pesadillas? ¿El lobo en Caperucita simboliza entonces la angustia de todas las madres ante el proceso de independencia de sus hijas? En ese caso, ¿por qué Caperucita hace caso al lobo, por qué el príncipe de La bella durmiente abandona su camino para internarse en la espesura de las zarzas, por qué la esposa de Barba Azul abre la puerta del cuarto prohibido? ¿Por qué, en suma, los personajes de los cuentos se internan en esos territorios inciertos?



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